Qué cabeza puede albergar la idea de matar a alguien, sea inocente o no.
Qué alma puede descanzar tranquila cargando con el peso de una muerte.
Desde el principio de los tiempos, el hombre ha creído que la justicia la impone él, ya sea en un tribunal o por mano propia. Lo cierto es que no es así. La justicia existe sólo al final de cada camino. Al apagarse cada luz al final de nuestras vidas y esa justicia es la pura verdad. Es la que decide hacia dónde debemos ir, si al cielo o al infierno.
Pero a mí me da lo mismo ya que desde que Eva mordió y comió del fruto prohibido de aquel árbol en el Edén, el hombre se hizo un conocedor del bien y del mal, dos rostros de una misma moneda. Por eso, un día se nos pondrá en medio de un problema o conflicto y nos sentaremos en una balanza en la cual el bien y el mal estarán a cada extremo y nosotros deberemos decidir hacia donde añadir el contrapeso.
Autor: Esteban O'Higgins
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